miércoles, 14 de abril de 2010

"Mercaderes del Espacio" (Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth)



"Mercaderes del espacio podría ser llamada la mejor novela de ciencia-ficción... Una utopía donde el sistema económico ha devorado al sistema político, donde las grandes compañías ejercen el poder, sin intermediarios, y hasta el fin... y la sociedad ha sido estratificada rígidamente en productores, ejecutivos y consumidores... No es meramente un mundo donde el hombre de la publicidad es el rey; combina además el lujo y la escasez, aparatos fantásticos junto a la falta de combustible, toda clase de bebidas y gomas de mascar, y una extrema escasez de proteínas. En este aspecto recuerda una observación de George Orwell sobre los lujos, en camino de convertirse en menos caros y fáciles de obtener que los artículos de primera necesidad." ((Kingsley Amis, New Maps of Hell, 1961.)

El libro me ha cautivado desde las primer páginas. Los autores han sabido crear un relato con muchos vacíos, con muchas aparentes incoherencias que hasta que no sigues leyendo se te puede hacer confuso e incomprensible, pero poco a poco todo va cuajando.

Al margen de la forma en la que está escrito, creo que el contenido va más allá de la ciencia-ficción o la utopía para acercarse más a una premonición, a una crítica despiadada del final de la naturaleza, el gobierno y de todo lo humano. Una clara dirección hacia una sociedad positivista.

Hay varias cosas que me han llamado la atención y que, creo, especulan con un futuro inminente:

Lo primero es la derrota del poder político por el poder económico (publicidad). Ya sabemos de sobras que el mundo lo mueve el dinero, el capitalismo, aunque camuflado en unos personajes que se hacen llamar políticos, pero lo que sorprende de verdad es que, en el libro, sean justamente las empresas de publicidad las que dominen toda esa economía, y que los políticos se conviertan en marionetas, no del propio Estado, sino de las empresas y la publicidad.


Otro punto, es que la brutal deshumanización que sufrimos por culpa de la llamada “evolución” hace, en nuestra realidad y en el libro, que las personas dejen de ser personas para convertirse en máquinas de consumir, y justamente por esa falta de humanidad y de razonamiento es por lo que apuesta la publicidad: someter a unos deseos sin que podamos impedirlo. También me ha parecido brillante la forma en la que describe algunos anuncios donde intervienen todos los sentidos del receptor; nada mucho más lejos de la realidad.

Una tercera parte que me ha impactado, eje sobre el que gira todo el viaje a Venus, es el de la sobreexplotación de los recursos naturales, que ha fulminado casi por completo toda la fauna y flora del planeta para substituirla por productos artificiales (comercializados por las industrias gobernantes) mínimos y necesarios para vivir. También en este sentido le he encontrado un enfoque concienciador, como si el autor quisiera llamarnos la atención sobre lo que estamos haciendo y lo que podría suceder.

En el libro, el ambiente de la ciudad está lleno de hollín, muchos edificios bajo tierra, polución extrema, etc. todo esto por culpa de la contaminación masiva.


La solución que se plantea en el libro, la de conquistar Venus por la empresa más rica del mundo, no es sólo otro ejemplo de la insensatez humana corrompida por las ansias de poder que, pese a ver la situación en la que está la mayoría del planeta, prefiere seguir explotando una y otra vez cualquier superficie, planeta o resquicio de naturaleza. Pero parece normal: ¿cómo va a respetar el mundo una sociedad deshumanizada y tan industrializada? Es tal el nivel de deshumanización que presenta el libro que, en los pocos ratos que tiene el consumidor para invertirlos en ocio o en “pensar”, prefiere engancharse a una máquina hipnotizadora en la que programan el tiempo que quieren estar “ausentes”. Los sujetos se quedan mirando esa imagen y se hipnotizan durante el tiempo que creen conveniente. Esto, a mi parecer, es algo parecido a lo que hace la televisión hoy en día, y creo que eso mismo quiere criticar el libro, aunque también puede referirse a la falta de paciencia y a la inmediatez con la que queremos las cosas.

Por último, también creo que hace una crítica a la subjetividad de la belleza de las cosas. Se ve reflejado cuando uno de los personajes lleva un anillo de roble, un anillo que ahora se podría hacer cualquiera de nosotros yendo al bosque y cortando un poco de corteza del árbol pero, en esa sociedad donde la naturaleza ha sido prácticamente destruida, gastarse el sueldo de un mes en un anillo de roble hace que los demás vean ese trozo de madera como algo que quisieran para ellos. Ya no importa el valor real, sólo el precio que se le da, y es aquí cuando se confunde belleza con lujo.